El síndrome de inmovilidad puede deteriorar enormemente la calidad de vida (consecuencias sociales, físicas y psicológicas) y requiere de una atención inmediata porque conlleva un alto riesgo en la aparición de complicaciones médicas. En los países desarrollados, hasta un 20% de los adultos mayores de 65 años tienen importantes dificultades en el desplazamiento y la mitad se encuentran en estado de postración.
La inmovilidad, entendida como un episodio de declive rápido en la movilidad durante un mínimo de tres días, no se puede asociar con el envejecimiento. Aún siendo frecuente, no todos los adultos mayores acaban inevitablemente inmóviles. Es cierto que a medida que envejecemos, la movilidad se limita por una serie de cambios (disminuye la fuerza muscular, las articulaciones pierden elasticidad, la disminución de la agudeza visual produce inseguridad en la marcha, se altera el equilibrio, etc.) pero no siempre consiguen la inmovilidad de la persona mayor.
Para retrasar este síndrome es importante:
• Mantener la actividad social. Seguir en contacto con otras personas motivará que salga de casa, participe en actividades y evite quedarse aislado. Acudir a un centro de día o reunirse con familiares y amigos es una buena forma de motivarle a seguir activo.
• Realizar ejercicio. El ejercicio físico es el principal factor para prevenir la inmovilidad. Una rutina de ejercicio adaptado a sus condiciones físicas la permitirá mantenerse en forma el máximo tiempo posible. Tanto si se trata de actividades dirigidas como simplemente salir a pasear cada día un rato, este movimiento favorece ampliamente la salud y la calidad de vida de la persona.
• Acudir a un fisioterapeuta. Tratar contracturas, problemas posturales y alteraciones en las articulaciones facilita el bienestar corporal y ayuda a que se eviten situaciones de inmovilidad prolongada. La fisioterapia es especialmente importante si la persona mayor se ha sometido a una operación o ha sufrido un accidente que haya limitado sus movimientos durante una temporada.
• Adaptar su entorno. Al envejecer nuestro propio hogar puede convertirse en un obstáculo a la hora de seguir con nuestra rutina diaria. Adaptar la vivienda a sus necesidades le permitirá seguir realizando sus tareas sin caer rápidamente en la dependencia en otras personas.
• Apoyar a la persona. En muchos casos la familia ayuda al desarrollo del síndrome de inmovilidad debido a la sobreprotección que ejercen en la persona mayor. Si se siente inseguro, es mejor acompañarle y ofrecerle nuestro apoyo que ofrecernos a hacerlas por él. Así se fomenta que siga manteniéndose activo.